Pensé que con él iba a
ser distinto. La peculiaridad que otros ven en mí, ya no sería un problema,
sino que se volvería una atracción en todo sentido. Conocí a unos cuantos
heterosexuales que siempre encontraban el momento para no continuar, para no ilusionar,
para no "hacerme sufrir". Como si sufrir no fuera parte constitutiva
del amor sexual, como si nosotrxs, las personas con discapacidad sólo
tuviéramos que vivir en "la nada" de los sentimientos: ni tristezas
ni alegrías...Y digo heterosexuales, pensando en los “convencionales del sexo”,
sin menospreciar esa condición. Porque para mí, el Ser Devoto era eso, y
todavía lo es, una condición, una inclinación sexual más, que no se elige en
primera instancia, pero definitivamente debe elegirse cuando se adquiere la
conciencia íntima de sentirse, y de definirse como devotee.
Pero voy al punto, y
digo que creí que las cosas iban a ser más sencillas…imaginaba que junto a él
mi cuerpo estaría completamente despojado de mandatos, y quizás...mi escasa
movilidad sería un aliciente, y no un motivo de temor a hacerme daño. Él ya no
sería solamente la aceptación de mi belleza, sino la reivindicación de ella. Sumado
a esto, sabía que frecuentemente se tilda a los devotos como portadores de un
fetiche, y nada más que eso, pero no me importaba. ¿Acaso estaba mal que
alguien me fetichice? Si sólo necesitaba que dejen de ejercer el derecho de
conducir mis propias emociones y sensaciones, tan sólo necesitaba que el amor
concreto, tantas veces frustrado, se volviera real.
Sin embargo, me
equivoqué, y no pude percibir que la relación comenzó mal parida… Hace unos
cuatro años, él me escribió un mail
luego de ver mi perfil en una web de citas. Después de un tiempo, negó
rotundamente este hecho virtual. Mientras me negaba (y se negaba), cambiaba la
conversación haciendo preguntas, y empezando a insinuarse. Yo le seguí la
corriente, "debe haber sido otra persona la que me contactó a mi
correo" asentí.
Y así fue pasando el
tiempo, y nos fuimos conociendo. Entre idas y vueltas, entre discusiones
políticas. Había algo en él que no me terminaba de cerrar, tal vez sería una
futura cicatriz que se traslucía en germen, o más bien, su creencia de que el
amor diverso necesariamente debía ubicarse en la marginalidad de las relaciones.
De todas maneras, decidí probar, y luego de un año viajé a Buenos Aires, como
lo hago cada tantos meses. Le propuse encontrarnos en un café, mi asistente
personal se iba a encargar de llevarme hasta el lugar. Entonces, él se esfumó, y
la cita ni siquiera llegó a planificarse. No me dolió, porque no lo quería aún,
para mí era solamente una opción conocerlo, existían muchas visiones diferentes
entre nosotros.
Pasados unos meses,
volvió a aparecer, guarecido en disculpas y excusas. No sé cómo fue, si me
sentí sola o desilusionada con otras opciones, o qué. Y volvimos a hablar, recuerdo
que me insistía mucho...es increíble pero hasta me ofreció una mensualidad. Por
supuesto no la acepté, le dije que tenía espíritu de libre mercado, que yo para
él significaba no más que un bien a consumir. Pero hubo algo que
definitivamente me convenció para continuar el contacto, y eso fue su promesa
de iniciar un tratamiento psicológico para poder asumir, y afrontar con orgullo,
su condición de devoto.
Entonces, llegó la hora
de planear un encuentro de verdad. Después de largas "negociaciones",
pudimos ponernos de acuerdo. En un principio costó, porque el exigía
determinaciones: tener sexo en una primera cita (cuando ni siquiera había
asistido en ocasiones anteriores). Por el contrario, mis tiempos eran otros,
los tiempos de mi vida, y de mi cuerpo son otros. Pensaba que él necesariamente
debía aprender el funcionamiento de mi corporeidad, sin apurar nada, sin
presionar nada. De esa manera, yo sería la apurada, la artífice, la iniciadora.
Le propuse vernos en un café de un shopping, y le prometí que si me sentía
cómoda, íbamos a tomarnos un ratito para estar solos en un lugar secreto, al
que no había accedido jamás, un lugar bajo llave, y sin género…el baño de
“discapacitados”. Y no pudo existir mejor incentivo para un devotee como él.
Nos encontramos, sus
primeras miradas fueron algo intimidantes, sin embargo y pasado un rato, el
hielo se rompió, o mejor dicho, se derritió. Observó mi silla, mis manos
pequeñas, me contó que estaba planeando un viaje a Japón, se acercó para poder
escucharme mejor. Despertó en mí una especie de confianza natural, inesperada. Parecía
tener una paciencia casi ancestral...serena de verdad. Y lo invité a dar una
vuelta solos (hasta ese momento mi asistente había estado presente junto a
nosotros). De inmediato se levantó de su silla, tomó la mía y salimos fuera del
café. Me preguntó: ¿Y ahora qué hacemos? ¿Vos que querés hacer? (Le
repregunté). Fuimos al baño de discapacidad, cerró la puerta y me miró
diciendo: ¿Soy lo que esperabas? Mi respuesta fue un sí. Él también me confesó
que colmé sus expectativas (aunque con un poco menos de movilidad de la que me
atribuyó en su imaginación).
Estudió mi cuerpo, me
besó, nos miramos, nos abrazamos, se quitó el pantalón...Y supo respetar cuando
dije No. No era mucho el tiempo que teníamos, pero lo pudimos aprovechar hasta
que debimos regresar al lugar donde mi asistente me esperaba. En el camino, mi
cabeza se ladeó hacia la izquierda (lado de mi cuerpo sin movilidad alguna),
entonces él hizo lo propio, y me volvió a mi centro. Nos despedimos con la
certeza de un reencuentro.
Al pasar los días, la
comunicación continuó, entre mensajes de amor y de risa volví a mi pueblo, y a
mi rutina. Y así, pasaron tres meses. Cuando resolví volver a Buenos Aires, él
recién llegaba de su viaje a Japón. Quedamos en vernos...él quería saber cómo
sería el encuentro, lo cité en mi departamento, también estaría mi acompañante
(por superpuesto, en otra habitación). Esperé que saliera de su trabajo, pero
me dijo que se iba a retrasar porque tenía una reunión, eran las seis de la
tarde. Llegadas las nueve de la noche volvió a argumentar que la reunión
continuaba. Finalmente, no fue a verme, tampoco inventó excusas, simplemente
extendió una gran brecha de silencio entre los dos. Una brecha que no dice
nada, porque no le interesa decir nada.
Pienso que para él fui
una experiencia más, que buscó con mucho ahínco, pero que cuando encontró...desestimó
continuar, quizás porque no valía la pena. Me desgarra el dolor de haberlo
esperado tanto, de haber pecado de ingenua, de vagar nuevamente en la soledad, y
de haberme visto humillada por su falta de sinceridad: de no hacerse cargo de
sus propios deseos y no-deseos.
Y en eso consiste el
peor fetichismo de nuestros días, el de las vivencias vacías, descartables. El
de las parafilias superficiales, que no nacen de un repollo, sino que se
construyen y alimentan a partir de prejuicios, de preconceptos, de estigmas…que
nos son atribuibles simplemente por el hecho de ser personas con diversidad. Los
imaginarios de amores perfectos, en realidad esconden visiones estancas,
cobardes y encasilladas, que también revalidan parafilias, y las eternizan,
convirtiéndolas finalmente en perversiones ocultas y demonizadas. Nunca
representé en su vida un amor perfecto, que quede claro.
Igualmente, no voy a
realizar falsas generalizaciones, sé que el Universo Devotee es amplio, y creo
firmemente en que las cosificación puede ser evitada si con nuestros pensamiento,
y actitudes, trascendemos cualquier imposición que nos es dada desde fuera, que
nos rotula y estigmatiza. Si somos conscientes de que tenemos el derecho a
decidir sobre nuestras vidas, y sobre nuestros cuerpos, las historias pueden
llegar a transformarse. Mi experiencia, y su experiencia, también hacen
estallar estereotipos: él, como devotee, no demostró ser un monstruo “Perverso
y merodeador”, ni me forzó a nada (aunque haya tenido la oportunidad de
hacerlo). Por mi parte, preferí no romper el silencio que inició, dejándolo ir…sin
ahogarme en la agonía y el llanto eterno, que también se nos endilga con
frecuencia a las chicas discas, de los amores perdidos.
Más bien, elijo
quedarme con la ilusión de que algún día todas las personas como él salgan del
closet airosas, irreverentes, y orgullosas de sus deseos, para que la atracción
que sienten deje de ser nada más que puro chamuyo, y se convierta de una vez
por todas en un acto de amor consciente, valiente, coherente y pleno de
convicción.
Violeta
Escrito en diciembre de 2016
(acerca del episodio de junio del mismo año)
Me gustaria poder decirte cualquier cosa como "no todos somos asi" o las mil formas distintas de personas que existen en los polos de esta "situación" por asi llamarle. Pero no, no pir que no lo crea, sino por el respeto a tu experiencia personal.
ResponderEliminarLo que narras solo explica como encasillar a todo mundo en una categoría es sólo un potencial de riesgo a que algo salga mal. En relaciones de personas "normales" esto se da también. Pero seria hacer de menos las cñaras diferencias que existen en el mundo de la "diversidad funcinal" del mundo normal.
No puedo hablar libre de algo que yo no vivi cerca.. Pero entiendo cada fase y cada paso y como la ilusión llega tan rápido como la desilusión. Y es un shock cuando esto pasa.
Será que esta situación es la clásica echando a perder se aprende? En verdad espero que no y que solo sea una etapa mas de aprendizaje.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarPues quisiera conocerte, pareces agradable
ResponderEliminarMe emocionó mucho el final. Toda la narración es tan inteligente y llena de verdades. Te abrazo mucho, de mujer a mujer.
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