Mi abuelo me había puesto sentadita en el trigo
Recién crecido, todavía verde.
Yo sentada sola, aun podía sostenerme sin respaldo.
Bajo el sol del campo.
“Acá te mando el caso de una nena con ya cinco años de edad”
Había dicho un neurólogo asombrado de que yo vivía.
Un caso tan raro! Y aun viviendo… en esos días húmedos.
Me quería quedar aferrada a la mesa de madera
Para que no me volvieran a internar en la clínica del pueblo.
Pueblo que se volvía gris por meses.
Diferente al pueblo celeste de aquel día de barrilete atado a la silla.
Cuando me di cuenta de que era feliz.
Si contara esta historia nadie la creería:
En un armario cerrado de la casa del rey
Yacía, después de 20 años, una carpeta con un diagnostico desalentador.
El príncipe había tenido una hijita muy enferma, pero nunca la dejaba morir.
Y las siestas de triciclo con las patitas golpeadas de tanto andar.
Aterrizando en el suelo.
Y vuelta con los helados de crema del cielo.
Y las casitas de chapa que me dejaban cicatrices en las rodillas.
Sin poder ir a la escuela, porque en esos días la atrofia
Se había hecho amiga de las neumonías.
Y las inyecciones en el culo a cada rato
Con un juguete de recompensa que venía después.
Y en el patio siempre siempre…
Y en las noches siempre siempre…Sea invierno, verano, otoño o primavera.
Brillo y brilla.
Brilla brilla…la luciérnaga.
Violeta.
Yo te leo Viole, siempre siempre... y esta vez, tocaste mi alma profundamente... gran beso para vos!
ResponderEliminarTe escribo algo distraído, Violeta.
ResponderEliminarSi te dijera que no te leo, no sería del todo
cierto.
Campo. Caminos Polvorientos Zigzaguendo.